Hemos oído que seguir una dieta nutritiva es esencial para mantenerse sano, pero a veces no estamos seguros de lo que eso significa exactamente. Es un error común pensar que comer sano significa consumir alimentos insípidos o, peor aún, que sólo debemos comer lechuga. Sin embargo, ¡esto es falso!
Ante todo, seguir una dieta sana nos ayuda a satisfacer las necesidades nutricionales necesarias para que nuestro organismo funcione como es debido. Por ejemplo: El desayuno es crucial porque es la primera comida que hacemos después de un largo día, nos da energía y mejora nuestro rendimiento durante el día, nos protege contra enfermedades como la obesidad y el sobrepeso, ayuda a los niños a crecer y desarrollarse y a concentrarse mejor para ir al colegio o al trabajo.
Mantener una dieta equilibrada es esencial para preservar nuestro bienestar general, facilitar la curación y la recuperación, evitar enfermedades e infecciones y prevenir los trastornos degenerativos crónicos relacionados con la obesidad.
Nuestra dieta diaria, que no es más que lo que comemos y bebemos cada día -no se alarme por el término-, debe consistir en una combinación equilibrada de comidas sólidas y líquidas y tener en cuenta factores como nuestra edad, actividades, salud, cultura, costumbres e incluso nuestra situación económica.
A pesar de que cada uno de nosotros tiene unos requisitos dietéticos únicos, todo el mundo debería adoptar unos hábitos alimentarios que sean beneficiosos para su propia salud y la de su familia en general. La preparación de los alimentos debe ser higiénica; es preferible cocinar en casa y, si es posible, disfrutar de la comida con los seres queridos.
Para mantener una dieta variada y asequible, también debemos aprovechar los alimentos de temporada y locales que están disponibles donde residimos.
Incorporar todas las categorías de alimentos en las comidas principales (desayuno, comida y cena) y aumentar nuestra ingesta de verduras también es crucial, ya que sacian el hambre y nos aportan fibra, agua, vitaminas y elementos inorgánicos (minerales).
Además de consumir agua de frutas sin azúcar, asegúrese de beber mucha agua sin gas. Evite las bebidas azucaradas, como refrescos, jugos y aguas frescas con un contenido mínimo o nulo de azúcar.
Evite el exceso de grasa, azúcar y sal, productos de harina más refinada como la pizza, las galletas y el pan dulce.
Evite los alimentos procesados y ultraprocesados, ya que tienen muchas calorías e incluyen sustancias que pueden ser perjudiciales para la salud.